El cáncer también discrimina a las mujeres (pero podemos evitarlo)

De poco servirá detectar el cáncer sino regulamos la exposición a estos pesticidas, cuyos efectos son más dañinos en las mujeres. 

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Ilustración: César Mejías.

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Las mujeres que viven y trabajan en zonas agrícolas tienen mayores probabilidades de ser diagnosticadas con cáncer de mama. Están mucho más expuestas a plaguicidas sintéticos, productos que contienen malatión, paratión y glifosato, los que se quedan en el tejido al ser absorbidos por la piel.

Estas sustancias, una vez que se aplican en los campos y cultivos, quedan en el aire. Cuando se hacen las fumigaciones, toda la gente del entorno queda expuesta, pero la mujer que trabaja en el campo —que en un 90% son temporeras, según el último Censo Agropecuario— tiene más riesgos por los estrógenos, que pueden hacer que esta exposición sea más peligrosa que en el caso de los hombres. 

Muchas veces, especialmente en campos pequeños o familiares, las y los trabajadores agrícolas se llevan la ropa de trabajo a la casa. Las telas, expuestas a los pesticidas, transportan los químicos al hogar y hace más fácil que se absorban por la piel.

Pero no solo en el campo se corren estos peligros, porque estas sustancias también están en las ciudades, al alcance de cualquier persona: muchos productos de uso residencial, que se venden en tiendas o supermercados, contienen estos elementos. 

El malatión, el paratión y el glifosato forman parte de pesticidas y compuestos organofosforados que se venden en el comercio, y que la gente compra para utilizarlos como herbicidas, por ejemplo. Hay personas que tienen plantas en sus jardines, y gustan de cuidarlas para que se vean sanas y brillantes. Para eso utilizan productos químicos, ya sea para matar insectos u otras plagas, pero resulta que se están exponiendo a sustancias tóxicas y cancerígenas, que quedan en el ambiente.

Esto lo sabemos porque durante muchos años hemos realizado estudios moleculares sobre el rol de los pesticidas organofosforados en el cáncer y cómo se comportan en presencia de ciertas hormonas, como el estrógeno.

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Las mujeres tienen más riesgo de cáncer que los hombres si se exponen a ciertos pesticidas.

Estos estudios nos han llevado a demostrar que dichos pesticidas son capaces de iniciar el cáncer de la glándula mamaria en ratas, específicamente el cáncer de mama de conducto. Y un cáncer lobulillar, cuando interactúan con el estrógeno. Estas dos sustancias mezcladas dieron lugar a metástasis en pulmón, hígado y riñones.

En Chile, lamentablemente, no se ha tomado real conciencia sobre los riesgos que tienen estos pesticidas para un porcentaje importante de la población. Al contrario, estos productos se siguen vendiendo sin mayor regulación ni advertencia. 

En Arica, donde trabajo para el Instituto de Alta Investigación de la Universidad de Tarapacá, hay una población muy expuesta. En los valles de Lluta y Azapa se usan pesticidas que no deberían; los venden con otros nombres y los aplican igual. 

Otro de los factores que he estudiado es la radiación ionizante, que se origina a partir del radón, un gas que se encuentra de manera natural en el ambiente. Al aire libre, este gas no produce ningún efecto, pero en espacios cerrados, como los hogares y los lugares de trabajo, numerosos estudios indican que su presencia es peligrosa y significa un riesgo para la salud, incluso en concentraciones leves.

El radón emana desde el suelo, y es capaz de evaporarse y entrar a los edificios por las grietas, poros o rendijas de los materiales. Este gas, en lugares cerrados, no se ventila a la misma velocidad que el aire y tiende a acumularse dentro de las construcciones. Mis estudios han permitido comprobar que el radón también provoca cáncer de mama y que los estrógenos cumplen una función en el desarrollo de la enfermedad.

La carcinogénesis —como se denomina al inicio del cáncer— es un proceso de múltiples pasos, que incluye la iniciación, promoción y progresión de la enfermedad. La identificación de los genes involucrados en la carcinogénesis mamaria, inducidos por sustancias ambientales y endógenas, es de crítica importancia para comprender mejor los mecanismos involucrados.

Pero de poco servirá detectarlos sino controlamos y regulamos la exposición a estos pesticidas, que se siguen usando y comercializando, y cuyos efectos son más dañinos en las mujeres. 


Gloria Calaf es doctora en ciencias biológicas, investigadora del Instituto de Alta Investigación de la Universidad de Tarapacá e investigadora adjunta del Columbia University Medical Center.

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