¿Buscas rentabilidad? Invierte en emprendimientos de mujeres científicas

Las empresas encabezadas por mujeres venden un 20% más que las de hombres, y también son más paritarias.

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Ilustración: César Mejías.

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Durante el 3 y el 4 de enero, se realizó un taller Innova Con-Ciencia de Género, organizado por el InES de Género de la Universidad Mayor en conjunto con el consorcio Ciencia e Innovación 2030, conformado también por las universidades de Atacama, Autónoma y de Tarapacá.

En esta actividad, expuse a un grupo entusiasta de académicas y estudiantes sobre por qué, hoy en día, las mujeres científicas tenemos muy buenas razones para innovar y emprender. 

Conversamos sobre las fuentes de financiamiento disponibles, de los incentivos que actualmente existen para invertir en empresas de mujeres, y comparé la realidad actual con mi experiencia personal.

Mis inicios como investigadora en bioquímica estuvieron centrados en la ciencia fundamental, trabajando siempre dentro del laboratorio. Pero con el transcurso de los años y los proyectos, hacer investigación aplicada comenzó a ser lo primordial. Así empezaron a aparecer preguntas que hasta entonces desconocía: ¿cómo vendo esta innovación? ¿Quién podría ser un cliente? ¿Entrega mi producto alguna solución o ventaja? 

Ese fue el punto de inflexión y, desde entonces, pasar de la academia al emprendimiento se transformó en una meta. Como el 30% de las empresas con base científico-tecnológica en Chile, según el último estudio del Ministerio de Ciencia, trabajan con tecnología biológica —mi área de especialización—, el camino no se veía imposible.

Rápidamente me di cuenta, eso sí, de que estaba lleno de obstáculos. El primero: enfrentarme a un mundo, al que mi recorrido por el pregrado, posgrado, doctorado y postdoctorado no me había preparado del todo. El mundo del emprendimiento. 

Debía salir del laboratorio, mi zona de confort, y entrar a una facultad de Economía y Negocios, hablar en otro idioma y con otro tipo de personas. Dejar el microscopio y tomar el micrófono, para hacer pitches, presentaciones y propuestas. En definitiva, dejar la teoría y pasar a la práctica.

Ahora mismo, se puede formar una empresa en un día. Pero hacer que esta se mantenga a flote, requiere de mucha fuerza, perseverancia y pasión. Ojalá no sea así, pero cuando todo vaya mal y los números no cuadren, las tablas de excel aparezcan en rojo y se acabe el financiamiento, hay que recordar que el esfuerzo vale la pena. Y que las empresas de mujeres tienen más posibilidades de ser exitosas. 

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Ilustración: César Mejías.

Así lo dicen los datos. A nivel mundial, los emprendimientos tecnológicos con liderazgos femeninos tienen un 35% más de retorno de la inversión, un 12% más de ganancias y generan casi el doble de rentabilidad que las fundadas o comandadas por hombres.   

En Chile la cosa no es tan distinta. Cuando hay financiamiento público, las empresas encabezadas por mujeres consiguen vender un 20% más que las manejadas por hombres, y también son más paritarias: en promedio emplean a un 49% de mujeres, mientras que una  con liderazgo masculino solo tiene un 30% de colaboradoras.

Como dijo Claudia Calvin, reconocida politóloga y consultora mexicana, “invertir en el desarrollo de las mujeres no solo es un tema de derechos humanos, de crecimiento o de inclusión: es un asunto de negocios y también de productividad”  

Entonces, ¿qué nos falta a las mujeres chilenas, especialmente a las científicas, para lanzarnos a emprender? Esta pregunta, que me la hago hace mucho tiempo, también se la he planteado a mi entorno: mis amigas, mis colegas y mis estudiantes, en cafés, cumpleaños infantiles, clases y congresos. La respuesta siempre es la misma: nos falta acompañamiento y ejemplos de que sí se puede.  

Lo bueno es que el 60% de las mujeres creen que sus proyectos son innovadores, solo el 40% de ellas le tiene miedo al fracaso, y cerca del 18 % comienza un emprendimiento pensando en internacionalizar. Es decir, ambiciones no nos faltan.

En el proyecto Ciencia e Innovación 2030, un consorcio conformado por las universidades Mayor, de Atacama, Autónoma y de Tarapacá, y donde tengo el honor de trabajar, estamos abordando estas necesidades. 

Por un lado, acompañamos a investigadoras y académicas en sus anhelos de traspasar sus conocimientos del laboratorio a la sociedad. Lo hacemos mediante talleres, bootcamps, columnas, podcasts y otras instancias donde compartimos experiencias, metodologías y casos de éxito, siempre fortaleciendo el liderazgo femenino.

Emprender es un negocio, pero la mayor ganancia, cuando lo hacen las mujeres, no es económica: se trata de abrir un camino y dar otro ejemplo de que sí se puede.

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