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“Porotos comen los rotos”, se escuchaba decir hasta hace no tanto tiempo en Chile. Una frase despectiva con esta noble legumbre —que solo sería alimento de los miserables— pero además hacia las tradiciones y costumbres, que niega la identidad y le da la espalda a un producto central en nuestra cultura alimentaria, pues nada era, como dice aún la gente, más chileno que los porotos.
Pero esta leguminosa podría volver a ser motivo de orgullo nacional si es que la investigación liderada por Patricio Arce, director del Instituto de Ciencias Aplicadas de la Universidad Autónoma, consigue su objetivo: desarrollar una especie de poroto que necesite un 30% menos de agua para crecer.
“Elegimos nosotros el poroto por ser una especie muy importante para la alimentación humana a nivel global”, dice el doctor en ciencias, especialista en ingeniería genética de plantas. Su proyecto, financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), podría ser crucial para enfrentar el gran desafío que suponen las constantes sequías y el aumento poblacional.
“Hay poca conciencia del problema alimentario que vamos a enfrentar”, advierte Arce. Se refiere a que en pocas décadas el planeta estará habitado por 10 mil millones de personas, pero la disponibilidad de suelos para cultivar comida para toda esa multitud no aumentará. Tampoco lo hará el agua para riego, que cada año se vuelve más escasa.
La humanidad completa, entonces, debe volcarse a la producción y consumo de alimentos más eficientes. Eso significará reducir la ingesta de carnes —que requieren de mucho espacio y biomasa— y aumentar la de vegetales altamente nutritivos, como las legumbres.
Poroto resiliente
El poroto —también llamado frijol en otros países de América— es la legumbre más cultivada del mundo. Según la FAO, para 2019 representaba más de un 30% de la producción global y es un pilar central en la dieta de culturas tan diferentes como la centroamericana, la india o la británica.
Son baratos de producir y ricos en nutrientes: cien gramos de porotos pueden contener hasta 25 gramos de proteínas, 15 gramos de fibra, aminoácidos esenciales como la lisina, minerales como hierro y calcio, y vitaminas B.
A pesar de ese currículum, en Chile cada vez se producen menos legumbres. En los últimos veinte años el volumen se redujo en un 40%, de acuerdo a datos del INE, y la hectáreas dedicadas a su cultivo cayeron a la mitad.
Para intentar revertir eso, el equipo que dirige Patricio Arce —que tiene paridad de género e incluye también a especialistas de la Universidad Católica de Temuco y la Universidad de La Frontera— se enfocó en generar un poroto que pueda crecer con la misma calidad pero con menos agua. Así, además de ser más eficiente y tolerante a las sequías, resultará más atractivo para los agricultores.
A esa meta están llegando por tres caminos. El primero es mediante el rescate de especies nativas chilenas; no por patriotismo sino que por resiliencia. “Hemos estudiado y seleccionado variedades tradicionales —como los porotos tórtola o coscorrón— que son naturalmente más tolerantes a la sequía que las variedades comerciales extranjeras”, explica.
El segundo camino es a través de las hojas de la planta, más específicamente de sus estomas. Estas células, que se ubican en su superficie, son una especie de poro por el cual los vegetales intercambian gases con el exterior —dióxido de carbono y oxígeno, esenciales para la fotosíntesis— y también transpiran agua.
“Los estomas funcionan como una llave que se abre y se cierra”, ilustra Arce: “si están abiertos, la planta transpira y pierde agua; y si están cerrados, deja de perderla”. Una planta con estomas más obturados, por ende, retendrá mayor cantidad de agua y necesitará menos riego.
Tras una larga y quirúrgica búsqueda, el académico de la U. Autónoma y su equipo identificaron los genes del poroto que participan en la apertura de los estomas. Ahora, mediante una edición génica, intentarán desarrollar una variedad con estomas menos abiertos —“que de un 100% pasen a un 80% de apertura”— y que así no transpire tanto.
El desafío está en que esta eficiencia hídrica no afecte la calidad de su fotosíntesis, ya que de poco serviría un poroto resiliente si no resulta igual de nutritivo.
Otro aliado: los microorganismos
Al rescate de porotos nativos y a la edición génica de los estomas también le sumarán un tercer factor: el uso de microorganismos extremófilos.
Así se les llama a los seres, casi siempre microbios, que son capaces de vivir y habitar en condiciones extremas, como los desiertos o las tundras, donde las temperaturas y recursos no permiten la vida de organismos complejos.
En el proyecto incorporaron unos microorganismos extremófilos extraídos de la Antártica, los cuales son capaces de colonizar las raíces de ciertas plantas y, una vez ahí, mejorar su capacidad de absorber agua y nutrientes del suelo.
“Queremos hacer la combinación de estas tres variables y conseguir así un poroto capaz de usar un 30% menos de agua”, proyecta Arce. “Si lo conseguimos, sería un aporte enorme no solo para Chile sino que para todo el mundo”.
El proyecto, que dura cuatro años, espera culminar a fines de 2028 celebrando con el plato de porotos granados más eficientes de la historia.
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