Discapacidad: la verdadera deuda universitaria

Un estudiante con discapacidad pierde muchas oportunidades sin una experiencia universitaria. Pero las universidades pierden muchísimo más al no incluirlas.

Ilustración: César Mejías.

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Como bien lo dice su nombre, una de las misiones fundamentales de las universidades es entregarles a sus estudiantes una perspectiva universal de la realidad. Además de ofrecerles conocimientos y la posibilidad de potenciar sus habilidades, también es su tarea enfrentar a las y los alumnos al mundo, con todas sus complejidades y diversidades.

Pues bien, eso hoy las universidades chilenas no lo están cumpliendo. Y no me refiero aquí a las discriminaciones que ocurren a nivel socioeconómico —algo que merece otra columna—, sino que a la poca inclusión que existe para la principal minoría de este país: las personas con discapacidad.

Según la última Encuesta Nacional de la Discapacidad (2022), el 17,6% de los adultos en Chile tenemos alguna discapacidad. Es decir, casi una de cada cinco personas mayores de 18 años. 

Recibir educación, para este grupo de la población, es muy difícil en todas los niveles. Solamente el 50% logra completar su cuarto medio y apenas el 15% tiene la posibilidad de entrar a la educación superior. Otros estudios dicen que solamente el 1% de las personas con discapacidad en Chile ha podido obtener un título universitario.

Esas terribles cifras, por supuesto, no son responsabilidad exclusiva de las universidades. Así como durante mucho tiempo, por un tema cultural, resultaba impensable que las mujeres pudieran estudiar y convertirse en profesionales, en el caso de quienes viven con alguna discapacidad aún predomina la idea de que tampoco serán capaces de hacerlo. 

Es cierto que han habido muchos avances en la inclusión de personas con discapacidad en las universidades. Yo misma los he experimentado: antes de accidentarme y quedar con movilidad reducida, pude estudiar Ingeniería Civil en la Universidad de Chile durante los ochenta, cuando no existían rampas, ascensores ni facilidades de ningún tipo. Entonces, se daba por hecho que a alguien con discapacidad no se le iba a ocurrir entrar a una carrera.

discapacidad universidad silla de ruedas
Se estima que solo el 1% de las personas con discapacidad en Chile consigue egresar de la universidad.

Pero este progreso no ha eliminado todas las barreras que dificultan el acceso y la participación plena en la educación superior. Actualmente, los principales obstáculos son cinco:

  1. Barrera de acceso físico: todavía hay muchas instituciones de educación superior que no cuentan con infraestructura accesible para personas con discapacidad, lo que dificulta su movilidad y participación en las instalaciones universitarias. Yo misma lo viví en una prestigiosa universidad con sede en Las Condes cuando quise estudiar un diplomado en 2019.
  2. Falta de recursos y apoyos: a menudo, las personas con discapacidad enfrentan dificultades para acceder a recursos, facilidades y apoyos que son necesarios para su inclusión en la educación superior, como asistentes personales, tecnologías y adaptaciones curriculares. La gran mayoría de personas sordas por ejemplo, no puede acceder a educación superior o si accede, termina retirándose tempranamente por el costo de un intérprete de lengua de señas.
  3. Falta de conciencia y sensibilización: a pesar de los avances, sigue existiendo una falta de conciencia y sensibilización, tanto en la sociedad como en las instituciones educativas, sobre las necesidades y derechos de las personas con discapacidad, lo que puede llevar a actitudes discriminatorias y de exclusión. 
  4. Barreras académicas: la falta de adaptaciones curriculares o evaluaciones inclusivas —especialmente para personas con discapacidad auditiva o visual— dificulta su participación y éxito académico. Esto implica que el profesor debiera “pensar fuera de la caja” cosa que muchas veces no están dispuestos “porque no se debería cambiar y siempre se ha hecho de esta manera”. 
  5. Barreras económicas: el acceso a la educación superior es costoso para casi todos los chilenos, pero las personas con discapacidad pueden enfrentar dificultades adicionales debido a los gastos relacionados a su condición, como equipos especializados y servicios de apoyo. No hay que olvidar que el 50% de las personas con discapacidad pertenece a los dos quintiles de mayor pobreza en Chile. 

Todas estas barreras limitan la libertad de una persona con discapacidad para elegir su futuro profesional: incluso con un gran puntaje de admisión, no pueden escoger la universidad que más les gusta: solo pueden elegir la que mejor los pueda recibir.  

Para abordar estos desafíos es necesario promover políticas inclusivas en la educación superior, garantizar la accesibilidad física y digital, promover la sensibilización y capacitación en temas de discapacidad, y asegurar la igualdad de oportunidades para todas las personas, independientemente de su discapacidad.

Una o un estudiante con discapacidad pierde muchas oportunidades si no puede tener una experiencia universitaria. Pero las universidades pierden muchísimo más al no incluirlas: se niegan a sí mismas de una verdadera diversidad. 

Si no están incluidas todas las personas, los estudiantes saldrán de la universidad pensando que todas nos movemos igual, aprendemos de la misma manera y que pensamos parecido. Que ese 17% de los chilenos, finalmente, no es relevante. De esa manera se impide un aprendizaje esencial en la vida: el de la diferencia.