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El programa Ciencia 2030 de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo, ANID, que busca fortalecer las competencias de innovación, emprendimiento y transferencia de tecnología de las universidades chilenas, ha sido un motor para la transformación institucional de estas entidades.
Uno de los beneficiarios de este programa es el consorcio Ciencia e Innovación para el futuro, el único que combina instituciones públicas y privadas: la Universidad Mayor, la Universidad de Atacama, la Universidad Autónoma y la Universidad de Tarapacá.
El comité ejecutivo de este consorcio se reunió los días 13 y 14 de septiembre en la sede de Temuco de la Universidad Autónoma, instancia en la que decanos, vicerrectores de investigación y vicerrectores académicos, hicieron un alto en sus actividades para conocer el estado de avance del programa —que lleva poco más de 7 meses de ejecución— y dirigir los esfuerzos y estrategias a seguir para asegurar el cumplimiento de los objetivos del proyecto.
“Yo soy un convencido, como decía Donald Schön, de que los profesionales mejoran cuando reflexionan acerca de su práctica”, dice el Dr. Iván Suazo, vicerrector de Investigación y Doctorados de la Universidad Autónoma. “Mejoran solo por el hecho de sentarse a pensar en ella”.
Y mejor si esa reflexión es en conjunto, agrega la Dra. Evelyn Silva, directora ejecutiva del consorcio. Para eso tiene un lema: “Si quieres llegar rápido, camina solo; si quieres llegar lejos, camina acompañado”. Es por eso que la colaboración y vinculación es un eje esencial, afirma la profesional.
La diversidad como fortaleza y desafío
Las autoridades que integran el comité ejecutivo del consorcio Ciencia e innovación para el futuro coinciden en que este grupo de universidades exhibe una gran diversidad, pero también una visión común: que la ciencia es fundamental para el desarrollo del país.
En ese sentido, el consorcio busca cambiar sus paradigmas académicos y definir una forma distinta de hacer universidad, que tenga un impacto a nivel social y educativo.
La Dra. Nicole Trefault, vicerrectora de Investigación de la Universidad Mayor y directora del consorcio Ciencia e Innovación para el Futuro, explica que la ciencia es un ámbito muy competitivo. Y eso no es exclusivo de Chile: es un fenómeno mundial.
“Es un área donde normalmente tenemos que pelear por recursos, entrar en una dinámica de competitividad que nos dificulta la colaboración”, dice. “Lo que queremos es cambiar ese paradigma y definir una forma distinta de hacer ciencia y de hacer una transformación que realmente tenga un impacto a nivel social y para la educación en Chile”.
Uno de los ejes del consorcio es la colaboración entre las universidades, lo que implica reconocer y complementar las fortalezas y debilidades de cada una.
“El objetivo del consorcio es un objetivo superior a los objetivos individuales que tiene cada institución y ese es un desafío en sí mismo”, dice Pedro Sotomayor, académico de la Universidad de Atacama y director alterno del consorcio, quien reconoce que el participar en una agrupación de este tipo exige un cambio de mirada.
La incorporación de más mujeres en ciencia como objetivo común
Otro aspecto relevante de los programas Ciencia 2030 es la perspectiva de género, que busca disminuir las brechas que existen en ese sentido en ciencia mediante la visibilización de mujeres en ciencia.
La Dra. Trefault dice que el consorcio ha permitido a las cuatro universidades conectar ese objetivo común. En la misma sintonía, el Dr. Iván Suazo también destaca este punto: “Este proyecto nos ha permitido mirar nuestras prácticas y, por ejemplo, alinear los distintos ámbitos de nuestra universidad con los objetivos de la línea de género del proyecto”.
El decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Tarapacá, Dr. Álvaro Cortínez, dice que este es un desafío latente y con una proyección clara: incorporar mujeres a la academia, primero como estudiantes y luego para cumplir el rol de investigadoras.
“Nuestras universidades se tomaron en serio el tema de género”, dice Cortínez. “Tan en serio que están haciendo justamente los ajustes para que puedan ingresar en claustros mujeres investigadoras”.
Las debilidades y desafíos regionales como oportunidades de mejora
El consorcio Ciencia e Innovación para el futuro tiene otra particularidad: su mirada regional, ya que no se trata solo de universidades centralizadas en Santiago, sino que están en distintas zonas y ciudades del país, como Arica, Iquique, Copiapó, Temuco o la región del Maule. En otras palabras, abarca un territorio de más de dos mil kilómetros.
Álvaro Cortínez, de la Universidad de Tarapacá, comenta que uno de los fenómenos más positivos de la sinergia que se da en el Consorcio es la posibilidad de transparentar las debilidades. “Y ver dónde nos podemos apoyar y qué cosas vamos a sacar en conjunto”, dice.
Por ejemplo, existe la posibilidad de hacer posgrados en conjunto o armonizar las mallas curriculares.
Cortínez también resaltó la importancia de fortalecer la vinculación con las empresas, y la sociedad civil, especialmente en la región de Arica y Parinacota. “Desde afuera ya nos están mirando como Ciencia 2030″, plantea. “Cuando digo eso me refiero a que las empresas, en Arica específicamente, ya están conversando con nosotros y eso está funcionando. Y solamente llevamos 7 meses de funcionamiento”.
Para Iván Suazo, de la Universidad Autónoma, estos pequeños avances apuntan en una dirección mayor: la posibilidad de contribuir al desarrollo del país a través de las universidades.
“La transformación de las formas en que enseñamos ciencias, formamos a nuestros profesionales, es fundamental porque el mundo está cambiando y esos cambios requieren nuevos profesionales con nuevas miradas, con miradas para los próximos 50 años”, concluye.