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En las alturas costeras del Desierto de Atacama, donde la lluvia es escasa y la sequía es una constante, hay un fenómeno atmosférico que podría cambiar el panorama hídrico del norte de Chile: la niebla. Allí, una red de monitoreo de niebla científica nacional —liderada por el Centro UC Desierto de Atacama— estudia su potencial como fuente de agua. Su trabajo, articulado en estaciones de monitoreo de niebla, acaba de recibir un respaldo internacional inédito.
En 2024, la National Geographic Society otorgó a este equipo, representado por Virginia Carter, investigadora de la Universidad Mayor, el prestigioso Fondo NatGeo Explorers, reconociendo su esfuerzo por transformar el agua de niebla en una alternativa viable frente a la crisis climática. Es una de las cuatro iniciativas seleccionadas a nivel mundial y la única latinoamericana.
“Este fondo viene a reconocer un trabajo que se viene realizando hace más de 40 años en el Instituto de Geografía UC”, afirma Virginia.
La tecnología utilizada no es nueva, pero su aplicación ha evolucionado. Los atrapanieblas —estructuras de malla que capturan gotas desde las nubes costeras— han pasado de ser un experimento artesanal a un modelo científico validado por datos atmosféricos, sensores de alta precisión y plataformas de libre acceso como el Mapa del Agua de Niebla, que se lanzará públicamente en junio de 2025.
Virginia Carter, doctora en geografía de la Universidad de Gent, Bélgica, lleva más de dos décadas vinculada a esta tecnología. “Partí construyendo atrapanieblas, y ahora trabajo en potenciar su escalamiento territorial con base científica”, dice. Su trabajo se enmarca en una red liderada por el Instituto de Geografía de la Universidad Católica, con estaciones que van desde Arica hasta el Maule, convirtiéndola en la más extensa del mundo en su tipo.
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Una red que atrapa nubes
La historia de Virginia Carter con la niebla comenzó cuando era estudiante de geografía. “Tenía 21 años cuando conocí a mi maestra, Pilar Cereceda”, recuerda. Fue ella quien la introdujo en el estudio del agua de niebla como recurso hídrico y en la tecnología de captación mediante atrapanieblas. “Me adoptó como estudiante. Fui su ayudante de investigación y de cursos de cátedra, por mucho tiempo”, cuenta. Ese vínculo marcó el inicio de una trayectoria científica y territorial que ya supera las dos décadas.
En sus primeros años, Virginia se dedicó de lleno a la construcción de atrapanieblas, trabajando como voluntaria en la ONG canadiense FogQuest, entonces líder global en la implementación de estos sistemas. “Estuve cuatro años exclusivamente construyendo atrapanieblas en Chile y en otros lugares del mundo”, relata. “Tuve la suerte de formarme con parte de los pioneros en este campo”.

Luego de un periodo en el sector público y en la consultoría privada, al volver de su doctorado en 2022, Virginia se integró activamente al Instituto de Geografía de la UC, donde realizó sus estudios de pregrado. “Hace tres años me empecé a conectar de nuevo con el instituto, con el Centro UC Desierto de Atacama, y me involucré de manera muy fuerte”, dice. Desde entonces, ha participado en proyectos clave como el Mapa del Agua de Niebla, en el que ejerce como Directora Alterna.
La red de monitoreo de agua de niebla, de la cual forma parte, es hoy la más extensa del mundo. “Está compuesta por aproximadamente 26 estaciones desde Arica a Maule”, explica la investigadora de la Universidad Mayor. Estas estaciones incluyen sensores atmosféricos y neblinómetros —una versión estandarizada de los atrapanieblas, de un metro cuadrado— que permiten comparar datos y evaluar el potencial hídrico del país a partir de la niebla.
“Es un trabajo con un componente científico súper robusto”, enfatiza. Pero también es un esfuerzo con vocación práctica: la información obtenida busca apoyar la toma de decisiones en planificación territorial y políticas públicas. “Esa es mi línea de investigación”, resume Virginia. Su foco, hoy, es tender puentes entre ciencia, territorio y gestión hídrica en un contexto marcado por la urgencia climática.
Así funciona un atrapanieblas
Aunque su nombre parezca sacado de un relato fantástico, el atrapanieblas es una tecnología real y desarrollada en Chile. “Es una superficie que intercepta la nube”, explica Virginia Carter.
Cada atrapaniebla consiste en una malla sostenida por dos postes que atrapa las gotas contenidas en las nubes que se extienden por el litoral chileno, lo que se conoce como el estratocúmulo costero. Las gotas coalescen —se van uniendo—, caen por gravedad a una canaleta, y son conducidas a un estanque de almacenamiento.
Su uso es versátil. Dependiendo de las condiciones locales, el agua obtenida puede destinarse al consumo humano, a la reforestación o a actividades productivas como la ganadería. Sin embargo, antes de instalar estos dispositivos es fundamental determinar su rendimiento. “El paso inicial es siempre evaluar el recurso”, explica Carter. Y es ahí donde la red de monitoreo adquiere valor estratégico: permite determinar el potencial de captación en litros por metro cuadrado al día según cada ubicación geográfica.
“Va a depender de muchos factores geográficos”, aclara Virginia. Entre ellos, la altitud de los cerros, la velocidad del viento, el comportamiento del estratocúmulo durante el año o la orientación del relieve. Esa variabilidad impide establecer un estándar único para todo el país.
Para conocer ese potencial, los científicos utilizan neblinómetros —dispositivos de un metro cuadrado— que funcionan como instrumentos comparativos entre distintas zonas. Gracias a esta metodología, es posible dimensionar cuántos atrapanieblas instalar, de qué tamaño y para qué fines. “Para construir un sistema adecuado a mi demanda, yo tengo que saber primero cuál es mi oferta de agua”, resume Carter.
Este enfoque, basado en ciencia aplicada, es el que sustenta el futuro Mapa del Agua de Niebla, una plataforma pública que permitirá visualizar zonas con alto potencial de captación. “Queremos que este insumo llegue a la toma de decisión”, dice Virginia. La información dejará de ser exclusiva de especialistas y podrá ser utilizada por comunidades, autoridades locales o personas que simplemente quieran saber si en su terreno hay niebla útil. Una interfaz entre conocimiento y acción.
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Ciencia, comunidades y el respaldo de NatGeo
En septiembre de 2024, el equipo liderado por Virginia Carter fue notificado: su propuesta había sido una de las cuatro seleccionadas por el Fondo NatGeo Explorers, una convocatoria internacional centrada en iniciativas relacionadas con el agua. Recibieron la noticia con sorpresa y entusiasmo: “Competimos con más de 200 propuestas. Solo 18 pasaron a la segunda etapa, y finalmente se adjudicaron cuatro. Nosotros fuimos la única propuesta latinoamericana”, recuerda Virginia Carter.
El proyecto financiado por National Geographic contempla una serie de acciones concretas: instalación de nuevas estaciones de monitoreo, levantamiento de datos en zonas clave y ejecución de pilotos comunitarios en regiones como Antofagasta y Atacama. Uno de los hitos recientes fue la instalación de una estación en Falda Verde, un lugar icónico por su historia de colaboración.
“Este proyecto es especial porque parte al revés: desde la comunidad hacia la ciencia”, destaca Virginia.
Ese rasgo distingue esta iniciativa: no solo se trata de observación y modelamiento atmosférico, sino de un trabajo en red donde se juntan la academia, los territorios y la acción ciudadana. “Estamos generando datos que se unen a la red de monitoreo, al mapa del agua de niebla de Chile y que esperamos compartir con el mapa del agua de NatGeo”, explica Carter. La ambición del equipo es conectar escalas locales y globales, desde los cerros nublados del norte hasta plataformas de divulgación científica internacional.
La dimensión colaborativa también está en el centro del diseño del equipo. La adjudicación del fondo fue posible, entre otras razones, porque su trayectoria reúne experiencia científica y trabajo territorial. Esa combinación fue clave para representar al grupo ante National Geographic. “Nosotros somos un equipo”, dice Virginia Carter. “Nos complementamos y necesitamos a todas las partes de esta ecuación”, añade.
Mientras se preparan para el lanzamiento del Mapa del Agua de Niebla en junio de 2025, las expectativas van más allá del impacto local. “Queremos que este recurso sea reconocido como un recurso viable, que se masifique su utilización y que sea considerado en la estrategia hídrica a nivel comunal y regional”, dice Virginia.
La niebla, una presencia silenciosa en el paisaje del desierto, podría transformarse —con ciencia, comunidad y persistencia— en un recurso clave para la adaptación hídrica del futuro.